El envase se transforma en un activo estratégico para las marcas propias, combinando diseño, tecnología y conexión emocional.
Durante años, el packaging de productos de marca propia cumplió un rol funcional, que fue proteger, informar y facilitar la logística. Pero en un escenario de góndolas saturadas y consumidores más atentos, esto ya no alcanza. Hoy, el envase también comunica, diferencia y construye valor de marca.
El auge de la impresión digital y la posibilidad de desarrollar tiradas cortas permiten a los retailers explorar ediciones especiales, temáticas estacionales y lanzamientos segmentados. Esto abre el juego a propuestas visuales más audaces, alineadas con los intereses de públicos específicos: desde quienes priorizan la sostenibilidad hasta quienes valoran la innovación o lo local.
El 81% de los consumidores declara haber comprado un producto solo por su empaque. Frente a este dato, las marcas propias ganan terreno al integrar elementos visuales distintivos, tipografías originales y códigos QR que amplían la experiencia en canales digitales. Un diseño cuidado puede hacer del packaging una vía de interacción directa y de fidelización.
Ya no se trata solo de contener un producto, sino de transmitir una historia, una identidad o un mensaje. Las marcas propias que lo entienden aprovechan cada envase como una oportunidad para consolidar su propuesta, diferenciarse en el punto de venta y posicionarse en la mente del consumidor.