Las marcas que actúan con rapidez y audacia están mejor posicionadas para evitar la pérdida de valor frente a las marcas económicas.
En un entorno marcado por la inflación y el ajuste en el consumo, las marcas deben justificar cada peso que valen. Esto exige una arquitectura de precios más afinada, con presentaciones adaptadas a distintos bolsillos y canales. Desde envases individuales hasta formatos económicos, el objetivo es sostener márgenes sin caer en promociones agresivas, mientras se evita la migración hacia opciones más baratas.
Las marcas también necesitan blindar su operación. Según un informe de EY, más de la mitad de los consumidores están dispuestos a cambiar de marca si la suya no está disponible. Esto obliga a mejorar la resiliencia logística, minimizar fallas en calidad y asegurar la disponibilidad de productos, incluso en escenarios de costos crecientes.
En este contexto, la innovación vuelve al centro. Durante años, el marketing se impuso sobre la I+D, pero hoy ese desequilibrio puede costar caro. La inteligencia artificial permite acelerar ciclos de desarrollo, reducir errores y anticipar demandas con mayor precisión. Las marcas que invierten en innovación significativa tienen más chances de diferenciarse con propuestas que sí importan.
Integraciones
La visibilidad digital también entra en juego. A pesar del auge de los algoritmos, el 58% de los consumidores todavía no compró un producto sugerido por IA. Y cuando lo hacen, la mitad de las veces eligen marcas grandes. Por eso, integrar las marcas en los nuevos mecanismos de recomendación es clave para no desaparecer del radar del consumidor.
Por último, las fusiones y adquisiciones siguen siendo una vía para ganar escala y posicionarse en categorías de alto crecimiento. Muchas compañías están vendiendo activos no estratégicos para financiar movimientos más ambiciosos. Las compras deben ser quirúrgicas: cada adquisición debe aportar volumen, margen y eficiencia operativa casi de inmediato.